EL CEMENTERIO DE LAS ALMAS LIBRES
Entre llamas ardientes,
donde cada pelota de humo
se lleva a un maniquí,
que en sus ojos se muestra
el miedo y la desesperación por salir,
de aquel jardín infantil,
en el que se encuentran con pocas posibilidades
de a su morada volver,
antes de la hora de comer.
¡Corazón del diablo, en mal santo me has convertido!
Si te conozco,
prefiero olvidarlo,
pues con mis dientes
que desprenden balas, blindadas,
que te fusilan, te aniquilan.
Mi aliento frío y desconsolado,
siento que me muero,
no me muestro libre, ni me siento,
obligado estoy a no tener remordimientos.
¿Y todo por qué?,
por dos viejos, que en sus propios viajes
diferencias tuvieron, y yo me niego,
a que por sus problemas
y sus propios deseos,
de poder y dinero,
por culpa de ellos,
mi casta esté desapareciendo.
Malnacida sea la ambición,
y el hombre en todo su esplendor,
de paso estoy en este círculo vital,
desde que nací, tengo derecho a morir,
pero también a vivir, y a disfrutar,
no a estar entre paredes, escondido
como un armadillo, armado, esperando
a que un completo desconocido me ventile,
o yo lo apiole, dejándolo libre,
mientras que otro en su guarida,
sucia, y despreciable,
a las siete se levante,
y lejanamente, a mí,
me mande al frente,
sabiendo que cada día,
estoy un paso más cerca de
mi propia muerte.
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